viernes, 7 de octubre de 2011

La Fraternidad


Alguna vez escuche  “la guerra es la naturaleza del hombre”, “que desde que el hombre es hombre ha necesitado de ella para estar en el mundo”, hemos peleado con el vecino, con el hermano, con el padre, con alguna persona en la calle, alguna vez.  Pero, ¿es esta la naturaleza del hombre?, si revisamos la Ley de Polaridad de la que hablaban los Herméticos, podríamos quizás encontrar la respuesta a esto, “el amor y la guerra son dos aspectos de la misma cosa”, comparten  una misma línea pero en diferentes grados, los sentimientos de amor y de odio a nuestra especie difieren de grados, es así como la naturaleza del hombre a lo largo de la historia se ha visto reflejada del lado del odio entre los hombres, un odio por falta de tolerancia, de comprensión, de aceptación  con el vecino, con el otro, con el amigo, con el colega, y como no queremos aceptar  nuestras diferencias, entonces nos vamos a la guerra, en vez de mostrar amor y comprender al otro, derrochamos odio y nos inclinamos al lado oscuro.    Si por el contrario logramos que la balanza de esta polaridad este en el punto medio, justo y perfecto, para no mostrar un descontrol en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, y nos inclinamos mas hacia el lado de las virtudes, el mundo sería de otra manera.    Aprender a enfocar nuestro actos en la unión de nuestros semejantes es buscar la verdadera naturaleza humana, en unión, en equilibrio, es la reconstrucción de nuestra naturaleza; Al contrario el hombre ha perdido este conocimiento y ve en la destrucción de los pueblos no afines a ellos su principio, la salvación del mundo.
Hemos perdido mucho tiempo en la historia de la humanidad destruyéndonos nosotros mismos,  las polaridades existen, están ahí, son parte de nosotros, y las experimentamos o sentimos a cada instante.   Pero esa Polaridad tiene dos aspectos distintos, una UNE y otra DESUNE, cada Polaridad tiene su opuesto, y esta en nosotros los hombres cambiar, como la Alquimia lo ha planteado desde el comienzo de los tiempos, “los vicios por las virtudes”.  Si le ponemos mas peso a un lado de la balanza, la balanza no estará en equilibrio nunca, si nos medimos y repartimos equitativamente las partes, el equilibrio reinara, y podremos alcanzar la medida justa y perfecta para todas las cosas.  Aprender a conocernos como hombres es lo primero que debemos hacer, y aprender a reconocer al otro como hermano es lo segundo que debemos aprender, incluso una no se aprende sin la otra, mostrarnos o creernos como seres únicos nos limita nuestro crecimiento, sino podemos vernos en el espejo no seremos nunca capaces de ver a nuestros hermanos e incluso ni ellos a nosotros, entrar en el Templo y mirar los símbolos que nos hablan es comprendernos a nosotros mismos también, nuestros pies andan por el piso mosaico donde las polaridades se nos muestran claramente, el negro y el blanco, unos al lado del otro sin tocar sus caras conviven en un mismo espacio, como las agujas del reloj, las tres agujas conviven en un mismo espacio y en un tiempo a la vez, cada aguja marca su tiempo y juntas hacen la unión de la exactitud del mismo.  También no los muestra el agua dulce y el agua amarga en la iniciación, la luna y el sol, oriente y occidente, los símbolos aparecen mostrando la verdadera naturaleza humana y divina con sus polaridades.    Cada pensamiento tiene su opuesto y esta en el mostrarnos la verdad, por eso no podemos ser radicales, ser radicales en nuestros pensamientos o sentimientos es encontrar el desequilibrio, y nuestro trabajo es reunir lo que esta disperso, como lo encontramos en el símbolo de los frutos de granada sobre las dos columnas a la entrada del templo, una analogía, muchas semillas conforman un todo, y esa unión entre todas las semillas le dan al fruto su majestuosa perfección, si nos encontramos las semillas regadas o esparcidas por ahí ese fruto no seria el encanto que muestra en unión.

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